Mucho
se ha hablado de la importancia del docente para la obtención de una educación
de calidad y del reconocimiento que éste no está preparado para asumir los
retos que el presente y el devenir histórico le deparan, por lo que se les
dificulta asumir otra actitud distinta a la requerida ante sus estudiantes. (De la educación tradicional a la innovadora, atravesar el umbral)
Una
educación de calidad expresada
en el valor social de los conocimientos y en la capacidad de los estudiantes
para aprender a aprender, a ser y a emprender, de forma que se autopotencien y
puedan transformar la sociedad en términos de un desarrollo sustentable,
siguiendo la opinión de algunos autores, entre los cuales podemos mencionar a Didriksson[i].
Esa
preparación es una responsabilidad directa de
las instituciones formadoras, que aún parecieran manejar categorías dadas sobre
un conocimiento transmitido desde el que lo posee (el que enseña) al que no lo
tiene (el que aprende, futuro docente). La
mejora se dará cuando se establezca un cambio pertinente en este proceso de
formación docente, asumiéndolo como la ayuda pedagógica que debe prestársele en
su encuentro con el conocimiento, en un lógico equilibrio entre la teoría, lo
vivencial y la acción para la transformación social.
Para la formación del docente que la sociedad demanda, capaz de enfrentar las situaciones en forma proactiva hacen falta dos requisitos inseparables[ii].
Para la formación del docente que la sociedad demanda, capaz de enfrentar las situaciones en forma proactiva hacen falta dos requisitos inseparables[ii].
Dos requisitos en la formación docente* |
1. Una actitud de búsqueda continua que permita ver y sentir los retos como un desafío y no como dificultad. 2. Las teorías que permitan orientar y dirigir la enseñanza, de forma que facilite alcanzar su desarrollo con probabilidades de éxito.