He
sentido la necesidad de escribir acerca de lo que acontece en nuestra sociedad
hoy día; no es de coronavirus ni sobre el gobierno o la oposición; aunque es el
tema que me ha motivado. Se trata de nosotros, los ciudadanos, quienes al
parecer necesitamos, por muchas razones, que nos lean la cartilla para poder
actuar con sentido común. ¿Somos todos? Indudablemente que no, pero se cumple
el dicho, pagan justos por pecadores.
Sociedad: relación individual y colectiva* |
Como
partícipes de una sociedad somos esencia de ésta y corresponsables de su
existencia; interactuamos y forjamos una construcción personal y social, y en
esa medida, nuestro comportamiento puede ser especialmente positivo o negativo,
con diferentes grados de incidencia, para el colectivo, incluyéndonos a
nosotros mismos, aunque no seamos plenamente conscientes de ello.
¿A qué me refiero con conciencia ciudadana?
Es el conocimiento que tenemos internalizado de nuestro papel en la sociedad y el mundo en el cual vivimos, lo cual nos permite entender y discernir sobre las consecuencias que puede tener nuestra participación, a fin de actuar responsablemente. Implica, estar consciente de los derechos que tenemos como ciudadanos y también, fundamentalmente, de los deberes que todo ello acarrea.
De
allí rescatamos el estado de derecho de cualquier sociedad democrática, mediante
el cual se reconocen los deberes y derechos de sus ciudadanos que amparan y
rigen su participación, demandas y diversos comportamientos, con criterios de
equidad y justicia social. En otras palabras, en una convivencia libre,
solidaria y accesible en igualdad de oportunidades.
Rescatamos,
además, los valores de justicia y libertad, que deben guiar nuestra actuación
responsablemente y en este tenor, la capacidad de elegir y decidir lo que
podemos hacer o no, en el marco de lo que es bueno o malo para todos.
Recordemos que, nuestra libertad termina donde comienza la del otro y, dados a
priorizar una elección entre el individuo y el colectivo, en toda sociedad
prima el bien común.
Sin
entrar en el dilema de lo ético y lo moral, nos movemos entre la conciencia
ética -se corresponde con el carácter humano- y la conciencia moral -en su
carácter social-. ¿Qué somos y qué queremos? ¿Qué sociedad tenemos y a cuál
aspiramos? ¿Cómo ser mejores y propiciar el bien común? Preguntas que
interpelan nuestro papel en el estado de bienestar y la búsqueda de la
felicidad, por lo que deben guiar la formación en valores.
Contaminación ambiental. Muestra de las cosas que hacemos mal** |
¿Por qué mantenemos este tipo de conducta mostrada en la foto?, si debemos saber que contamina el ambiente y es perjudicial para el clima y la salud.
La
conciencia ciudadana no viene en la sangre, a pesar del uso metafórico o
poético que pueda dársele; sino que se aprende, se adquiere a través del
proceso que conocemos como socialización; se construye en el marco cognitivo-afectivo
y se desarrolla en nuestro espacio vital.
Somos,
como padres y maestros, los encargados de inspirar a nuestros hijos y
estudiantes, a ser buenos ciudadanos, con nuestro adecuado proceder en congruencia
con lo que decimos. Dar el ejemplo a familiares, amigos y vecinos. Formar en
valores, que no quede en frase repetida constantemente y a veces vacía.
Hablando
de ejemplos, recuerdo ahora la película Cadena de favores, donde el
protagonista, el niño, en respuesta al reto de su profesor, propone hacer un
favor a tres personas, éstas a su vez, cada una, a tres personas más y
sucesivamente. Parte de la idea que somos capaces de mejorar el mundo con
gestos de apoyo; los cuales hacen referencia a bondad, empatía y solidaridad
con los congéneres.
Aparte
de lo que podemos y debemos hacer en nuestro espacio vital, desde las
instituciones es mucho el trabajo por hacer con la finalidad de impulsar la
conciencia ciudadana. Antanas Mockus, un Alcalde de Bogotá, expuso en su
momento, que si aplicamos pedagogía se podrían cambiar conductas, fomentar una
cultura ciudadana y activar esa conciencia; en tal sentido, pensó en cuatro
objetivos a lograr en su ciudad, mediante[i]:
- La Autorregulación para seguir las normas en forma libre y voluntaria
- Regular a otros en algunos comportamientos de convivencia
- Resolver pacíficamente conflictos y llegar a acuerdos
- Mejorar la capacidad de expresarse y de escuchar.
Un
escenario institucional básico lo representa la escuela, donde deben fomentarse,
intencionalmente, las competencias inherentes a la convivencia social en paz e
igualdad, de armonía con el medio ambiente, de colaboración y participación
responsable. En estas competencias van implícitos los valores; se aprenden en
esta instancia (el deber ser), con y alrededor de los contenidos en forma
transversal para fortalecer el Ser, Conocer, Hacer y Convivir, a través de la
interiorización de formas de pensar y actuar.
A
pesar de las acciones educativas de diversas instituciones y personales, no me
cabe duda, seguimos anteponiendo lo individual a lo colectivo ¿Qué está
pasando? ¿Dónde fallamos como sociedad? Pareciera que no comprendemos que no
vivimos aislados y que la relación ineludible del yo-otro es bidireccional; sin
contar a los modelos negativos que nos invaden permanentemente.
Es
mucho nuestro compromiso como personas, padres y docentes ante los retos
sociales y de hacerles frente de forma intrínseca y natural.
Si formar implica desarrollo humano en sociedad,
los valores deben verse como parte y arte. No pueden estar desvinculados.
Los
valores conforman la urdimbre humana, son parte de la condición ciudadana e
integran su conciencia.
* Imagen
de Gerd Altmann en Pixabay
** Imagen
de Hans Braxmeier en Pixabay
Es una nota muy actual del comportamiento de nuestra sociedad, más en el momento que vivimos.
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