En la vida cotidiana
podemos darnos cuenta que cuando tenemos interés en algún objeto o situación,
nos implicamos en ello voluntariamente y disfrutamos tanto del proceso como del
resultado. En cambio, cuando lo hacemos por obligación porque tengamos que
hacerlo lo asumimos como una carga, un esfuerzo temporal y hasta con desgana.
Acción motivada por llegar a la meta* |
Pasa igual con las
situaciones de enseñanza aprendizaje, el estudiante debe estar motivado para
avanzar satisfactoriamente en su aprendizaje, desde el primer contacto con el
contenido para interactuar con éste, sistematizarlo, argumentarlo y
transformarlo en su estructura cognitiva, hasta su aplicación.
Si esa motivación no es
intrínseca, en forma natural e intencional
del estudiante (fin a alcanzar), debe estimularse con estrategias y
actividades que lo conecten con el objeto de estudio. Todo el proceso enseñanza
aprendizaje conlleva una motivación; en otras palabras, ésta es una constante importante,
es la que moviliza y activa los mecanismos involucrados en el aprender.
De hecho, la mayoría de
autores que describen la enseñanza aprendizaje involucran ese concepto en sus
teorías, principios, metodologías o fases del proceso. Merrill[i]
por ejemplo, en sus principios fundamentales del aprendizaje, señala que éste
se promueve cuando existe compromiso del estudiante en resolver problemas reales,
es consciente del conocimiento construido, activando los preexistentes, y puede
aplicarlo porque lo ha internalizado e integrado en su estructura cognitiva y
en su propia realidad.
Es importante que el
estudiante sepa para qué necesita aprender determinado contenido, que sea
significativo para él, no en vano usamos la expresión “intereses y
necesidades”. Es así, cuando pensamos que algo es importante y necesario para
nosotros le prestamos atención y nos implicamos, fijamos objetivos, participamos
activamente y avanzamos progresivamente, en lo que corresponda.
Identificamos entonces a la
motivación con esas manifestaciones en los estudiantes que le permiten
involucrarse afectiva y cognoscitivamente en cualquier actividad para iniciarla
y culminarla satisfactoriamente; a saber: compromiso, responsabilidad, entusiasmo,
perseverancia, determinación, entre otras similares; en definitiva, con el impulso
a la acción generado por una percepción positiva de sí mismo y de logro de la
tarea en función de expectativas creadas (relacionada por algunos autores como
autoeficacia).
Destaco también que la
motivación se manifiesta con distintos grados de presencia entre los
estudiantes e incluso en forma interindividual, si lo observamos en diferentes
momentos. Dependerá de muchas circunstancias, inherentes a la persona, a la
enseñanza y al contexto en general.
Tal como he señalado, debemos emplear estrategias que
motiven al estudiante durante el desarrollo del tema y con variedad a fin de
mantener su atención desde lo cognitivo, afectivo y axiológico; contextualizando
el contenido, relacionándolo con el mismo estudiante y el objetivo del tema, a
partir de los conocimientos y experiencias previas.
Son importantes las dinámicas de grupo y la gamificación, entre otras actividades usadas por los docentes para motivar, pero más importante es que estén relacionadas con lo que se está haciendo en el aula y lo que se pretende aprenda el estudiante. Es preciso que sirvan para que el estudiante conecte con el contenido, lo sienta suyo y se active para aprender.
Las estrategias deben clarificar qué y para qué se quiere conocer o hacer, la utilidad de los aprendizajes y su compromiso para alcanzarlos, los posibles caminos por recorrer, de manera que
el estudiante se involucre en la tarea, sienta la importancia de ésta, que los resultados están sujetos a su esfuerzo y persistencia y se motive a participar activamente para lograr
su aprendizaje, en un ambiente cognitivo propicio de confianza y seguridad.
Algunas sugerencias para motivar a la participación
activa:
- Presentar el propósito u objetivo, una exposición previa del tema o de las condiciones del aprendizaje y de evaluación, con el fin de brindar una visión general y darle sentido al aprendizaje para activar la atención y el interés de culminar con éxito la tarea.
- Usar casos reales en su contexto para razonar, emitir juicios y contrastar argumentos a fin de desarrollar formas de enfrentarse a estas actividades como un desafío acertado.
- Plantear enlaces que faciliten los procesos de aprendizaje y favorezcan una mayor producción relativa a su transferencia, condiciones potenciadoras y estimulantes de la construcción de conocimientos.
¿Cómo saber que el estudiante está motivado y es activo en su aprendizaje?
Cuando intensifica su interés, participación y
persistencia en las actividades, se implica voluntariamente con entusiasmo, se fija objetivos y metas a alcanzar, busca
soluciones y las aplica, reconoce sus conocimientos y comparte con los pares;
es decir, incrementa su rendimiento en clase desde todo punto de vista.
[i] Zapata-Ros, M. (2013). Analítica de aprendizaje y
personalización. Universidad de Alcalá de Henares.
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