¿Qué entendemos por proceso integral de desarrollo humano?
Asociamos a la formación con un proceso
integral de desarrollo humano, cuya base es el aprendizaje significativo y
contextualizado.
En este proceso formativo no solo hacemos referencia a la preparación para un
área específica del conocimiento o el desempeño de la profesión y la
adquisición de las competencias correspondientes, sino también y con mayor
peso, el llevar a la persona a promover
su capacidad de aprender y de gestionar su propio conocimiento con la finalidad
de dar respuestas a las necesidades de la sociedad, que son las suyas también.
Desde esta perspectiva abordamos en este escrito ideas acerca de la
formación con base a lo expuesto por diversos autores.
¿Qué es la formación integral?
Rojas, Suárez y Del Toro[i], Tünnermann[ii] y Flórez[iii], entre otros autores, respaldan la visión de una formación que involucra
los conceptos de integralidad, mediación, desarrollo, contextualización,
interacción, continuidad, participación, reflexión, capacidad y autorregulación.
En esta perspectiva, Ferry[iv] afirma que la formación es personal,
implica el aprender a movilizarse, a reflexionar, a usar los recursos adecuados
en la resolución de problemas y en el abordaje de situaciones diversas.
El hecho que la formación sea personal no implica que no intervengan otros
sujetos o que las condiciones del proceso se den en soledad. Es una afirmación
que más bien indica una dialéctica de
relaciones, donde cada sujeto es el eje del suyo y cuyo resultado dependerá
de toda esa confluencia, por lo cual es personal.
Es una dinámica de desarrollo personal, en palabras del autor. Lo cual
es comprensible, cada persona representa una serie de características que la
asemejan y distinguen al mismo tiempo de otras personas, por lo tanto, su
situación es única. ¿Dicha caracterización es el motivo que nos induce a personalizar
la dinámica formativa?
En esta dinámica, la persona se forma por intermedio de mediadores (ella
misma, el docente, los pares, los materiales educativos, entre otros) y ante condiciones
de lugar, de tiempo y distancia (Ferry). El tiempo y el lugar permiten un
trabajo sobre sí mismo, reflexionando sobre ello para comprenderlo; mientras
que la distancia, en su relación con la realidad, posibilita su alejamiento a
fin de representarla y valorarla críticamente.
La formación implica representación y comprensión de
la realidad y al mismo tiempo preparación para afrontarla.
Por su parte, Suárez[v], apoyándose
en Ferry y otros autores, fundamenta este proceso desde cuatro categorías,
enmarcadas en lo gnoseológico, epistemológico, psicológico y didáctico.
• Gnoseológico:
Se configura por procesos internos y externos del sujeto. Los aportes de
Vigotsky fundamentan la concepción pedagógica de la formación integral, dado
que lo social provoca la dinámica personal de la formación, el movimiento de
sus procesos internos. Ratifica también las categorías esenciales señaladas por
Ferry que particularizan de manera única e irrepetible este proceso en cada
sujeto: el tiempo, el espacio y la distancia personal.
• Epistemológico:
Descansa en la construcción que hace el propio sujeto de la realidad mediante
la reflexión, en la acción y sobre la acción reflexiva, sustentado en la ética
y con el apoyo de las herramientas que brinda la investigación. Entre las
relaciones que se establecen, al interior de dicho proceso, en la dinámica, se
dan el manejo del sistema de contenidos de las asignaturas y las categorías
explicativas de la realidad.
• Psicológico:
Se encuentra en el carácter de los procesos internos de la formación, que dan
cuenta de lo intrapsicológico. Esto conlleva a considerar la relación entre las
capacidades y las competencias en el contexto del proceso formativo. Las
competencias son mediadoras en el proceso de actualización de las capacidades
generales y en su concreción en capacidades específicas.
• Didáctico:
Se sintetiza en el principio de la doble formación que articula los principios
de la concientización, de la sistematización y la modelación; principio
esencial por su carácter interactivo e interrelacionado de la formación, por lo
cual guía el proceso. Éste se despliega y cualifica a través de niveles, en éstos,
lo metodológico se define por la vía de aprendizajes estratégicos, a través de
lo cual tiene lugar el desarrollo de las competencias.
Otro de los autores, Flórez, ubica a la formación como eje unificador de la
pedagogía y comprende tres condiciones, antropológica,
teleológica y metodológica. Al respecto, nos habla de la asunción, por
parte de la persona que se forma, de la dirección racional de su vida y el
reconocimiento del mismo derecho en los demás.
La condición antropológica, trata del proceso de humanización con una
dimensión transformadora del sujeto que parte del reconocimiento de sus
posibilidades. Con la teleológica,
la formación se revela en el impulso de acceder a niveles superiores de sí mismo,
mediante la comprensión, citando a Heidegger, como razón y esencia de la
existencia humana. En la metodológica, considera la inclusión de una
investigación conceptual en cada proyecto o estrategias dirigidas al desarrollo
de esta racionalidad.
Para el logro de una formación así concebida, como proceso integral y desarrollo humanizador, es el estudiante como
sujeto cognoscente quien impone su ritmo y estilo de aprendizaje, por este motivo
y para que pueda transitar con éxito por su formación, debe estar dotado de
ciertas competencias que lo habiliten para la toma de decisiones: a priorizar,
a pensar, a gestionar su aprendizaje y actuar consecuentemente.
¿Para qué? Porque eso es lo que hará posible traspasar la educación intramuros, restringida al ámbito escolar, lo que le quedará para el resto de su vida, al haber aprendido a construir su propio ser, de proyectarse a sí mismo, si se le proporcionan las oportunidades y circunstancias pertinentes. Ello refleja lo que podría considerarse uno de los postulados básicos de la formación señalado por Tunnermann[vi].
La formación encamina al estudiante hacia su progreso, otorgando a la escuela
la misión de favorecer este proceso, de educar, instruir y desarrollarlo en su
contexto social, desde el diálogo que se establece entre la ciencia y la
cotidianidad con la finalidad de construir, recrear, difundir y conservar la
cultura; trascendiendo la noción tradicional, reseñada por Gimeno Sacristán[vii], de las asignaturas que no necesariamente representan la cultura.
Como base de la formación se encuentra la enseñanza aprendizaje y a través
de esta relación se manifiesta la dinámica formativa. Evidentemente, desde la posición aquí adoptada, no podemos pensar en una
enseñanza carente de posibilidades y oportunidades en la construcción del
conocimiento, a través de contenidos y métodos en un contexto interactivo que
se nutre de una cultura determinada, cuyos fines no se circunscriben a los
objetivos curriculares, en el caso de la escuela, sino que motiva y orienta el
desarrollo de la persona.
Cobra sentido entonces, lo expuesto en el primer párrafo, acerca de un aprendizaje significativo y contextualizado
en una formación concebida como un proceso de desarrollo humano.
¿Podemos negar esta particularidad?
El estudiante se imbrica en este proceso en la medida de su motivación y
las expectativas que tenga, tanto individuales como sociales; igualmente es
necesario que pueda llegar a ser proactivo, participativo y no simple receptor,
reflexivo y constructivo ante esos contenidos, crítico para valorar éticamente
la información y argumentar su posición, creativo en la generalización y
aplicación de lo aprendido, entre otras características esenciales.
En
conclusión, la formación es un proceso dinámico desarrollador, que activa en el
estudiante condiciones y disposiciones favorecedoras de su progreso como ser
humano y futuro profesional en un determinado contexto.
¿Qué opinas de lo expuesto?
[i] ROJAS, R. SUÁREZ, C. y DEL TORO, M. (2005). Bases Teórico
Conceptuales para la Formación Integral. Selección de Lecturas del Curso
Formación Integral en la Educación Superior. Doctorado en Ciencias Pedagógicas
del convenio UNEFA-UO, Venezuela.
[ii] TUNNERMAN B. C. (2003). La universidad latinoamericana
ante los retos del siglo XXI. Unión de Universidades de América Latina, A.C.
Circuito Norponiente SíN Ciudad Universitaria, México, D.F.
[iii]
FLÓREZ, R. (2005). Pedagogía del Conocimiento. Colombia: Mcgraw Hill.
[iv] FERRY, G.
(1997). Pedagogía de la formación. Argentina: Novedades Educativas.
[v] SUÁREZ, C. (2004). Fundamentos Teóricos de la Formación
Integral del Estudiante Universitario. Selección de Lecturas del Curso
Formación Integral en la Educación Superior. Doctorado en Ciencias Pedagógicas
del convenio UNEFA-UO, Venezuela.
[vi] DÁMASO-BORGES y SALAZAR-CORASPE (2016). La
Formación Integral en Educación a Distancia. Dos visiones de un mismo proceso.
Editorial Académica Española, España. ISBN: 978-3-8417-6394-5.
[vii] Gimeno Sacristán, J. (2005). La Educación que aún es posible: ensayos acerca de la cultura para la educación. España: Ediciones Morata.
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