¿Cuántas
veces hemos visto a los estudiantes desanimarse ante un desafío de aprendizaje?
¿Cuántas veces los hemos visto decaer o frustrarse ante el fracaso? o ¿Cuántas
veces no han sabido gestionar sus propios recursos cognitivos?
Ante esto, ¿Qué podemos hacer? En esta publicación escribo sobre el pensamiento positivo, más que un estado de ánimo, una herramienta proactiva que empodera, fundamental en la autogestión del aprendizaje.
Lee Autogestión del Aprendizaje. Definición y características básicas
En
ese contexto, el pensamiento positivo es una habilidad cognitiva y emocional. Podemos
desarrollarla y practicarla en el aula, transformando la manera en que percibimos
y enfrentamos los desafíos del proceso enseñanza aprendizaje.
Nos
permite crear un ambiente seguro y estimulante, donde la experimentación, el
esfuerzo y la persistencia sean celebrados y, cada estudiante se sienta capaz
de tomar la dirección de su aprendizaje; abordando la realidad o las diversas
situaciones, desde una visión que maximice el potencial de éxito y bienestar.
Imaginemos
la autogestión del aprendizaje como un ecosistema, el pensamiento positivo como
el sol que nutre cada rincón y el entorno, raíces simbólicas, que sustenta todo
lo demás.*