Mucho se dice que hay que enseñar con clara vinculación al contexto del estudiante, a fin de conseguir un aprendizaje significativo. Sin embargo, pareciera que se hace poco por ello, sobre todo cuando se trata de educar para afrontar las múltiples problemáticas que nos rodean.
Todo
lo que acontece alrededor nuestro es parte del contexto. Entendiendo por éste:
nuestro ambiente, conformado por significantes y significados del o los entornos
donde hacemos vida, en unas coordenadas de tiempo espacio concreto.
Relación dinámica del estudiante con su entorno
Aprendemos
en y por nuestro contexto, a partir de conocer las múltiples situaciones
diversas para darles respuesta desde nuestros conocimientos y decidir lo que
podemos hacer o no, en el marco de lo que es bueno o malo para todos.
En
otras palabras, interactuamos con la realidad para comprenderla, con la
finalidad de actuar positivamente sobre ésta con respeto, solidaridad,
tolerancia y autonomía, entre otros, en un trabajo reflexivo, colaborativo y
cooperador con nuestros congéneres.
Del entorno al aula y viceversa
Una
estrategia evidente, usada comúnmente, es conectar a los estudiantes con su
realidad a través de comentar una situación relevante actual y vinculada con el
contenido a tratar. Llevar al aula situaciones del entorno sirve, además, de
motivación a la participación activa de los estudiantes en un debate sobre el
tema programático que corresponda, con previa ejecución de, por ejemplo,
lecturas de textos diversos y material audiovisual.
Es
en la planificación del trabajo del aula donde operacionalizamos esas
indicaciones y también lo que no aparece explícitamente, pero que es importante
que los estudiantes aprendan, porque la realidad es cambiante y deben saber
cómo afrontarla al día a día y a futuro.
Para ello deben analizarla, reflexionar, entender lo que pasa, dialogar con su mundo, solucionar problemas en beneficio del bien común, conectar con el entorno. Y esto deben aprenderlo.
Además,
la acción debe extrapolarse del aula y de la escuela misma, llevar programas de
intervención al entorno enlazados con sus problemáticas. La
relación debe ser bilateral, con el aprendizaje construimos conocimientos para
aplicarlos y brindar soluciones expeditas a la mejora de ese entorno.
Representa
un movimiento dialéctico armónico entre lo individual y lo colectivo; un
trabajo colaborativo entre todos; una respuesta formativa a la necesidad social.
El
cambio climático, la violencia e intolerancia por género o religión, son
algunas problemáticas que debemos dar solución desde la educación, dado que su impacto en la vida obliga
a generar conciencia acerca de un modo de actuación responsable y solidaria.
En el caso del COVID19, por nombrar otra problemática reciente y aún de la actualidad, además de las instrucciones dadas de lavarse las manos, distanciamiento social, etc, ¿Se han realizado actividades con los estudiantes, más allá de lo que es un virus, que los guíe a reflexionar sobre lo que está pasando y la situación global de pandemia? Incluso, en la medida de lo posible, llevar al debate -y argumentar- la posición de los negacionistas.
Recordemos, los procesos sociales, como expresiones de la realidad, desplegados y singularizados por y para las personas, se concretizan en la cultura. El desarrollo de ésta y el de la persona misma lo transfieren a la sociedad a la cual pertenecen, desde su convivencia y relaciones, originando una transformación social recíproca.
La
situación sería distinta si se integran los contenidos, en forma progresiva y
secuencial, bajo una visión globalizadora e interdisciplinaria, con base a
experiencias prácticas motivadoras y reflexivas, que ayuden a desarrollar
relaciones con el mundo circundante, a tomar decisiones y crear comportamientos
positivos.
El
conocimiento que internalizamos de nuestro papel en la sociedad y el mundo en
el cual vivimos, nos permite entender y discernir sobre las consecuencias que
puede tener nuestra participación, a fin de actuar responsablemente. Implica,
estar consciente de los derechos que tenemos como ciudadanos y también,
fundamentalmente, de los deberes que todo ello acarrea.
Formación: desarrollo humano en sociedad
Si
formar implica desarrollo humano en sociedad, los valores deben verse como
parte y arte. No pueden estar desvinculados. Los valores conforman la urdimbre
humana, son parte de la condición ciudadana e integran su conciencia.
¿Qué
somos y qué queremos? ¿Qué sociedad tenemos y a cuál aspiramos? ¿Cómo ser
mejores y propiciar el bien común? Preguntas que interpelan nuestro papel en el
estado de bienestar y la búsqueda de la felicidad, por lo que deben guiar la
formación en valores.
Implica
también integrar a la familia sobre lo que hacemos en la escuela y lo que
necesitamos de aquella, para que el aprendizaje de los chicos vaya en la misma
línea de acción de los diversos entornos.
Es importante,
por tanto, desarrollar relaciones mutuamente transformadoras entre los entornos
y quienes los conformamos, a fin de constituir ese contexto social representativo
de nuestros pensamientos, acciones, actitudes y valores.
Te invito
a leer otras de mis publicaciones sobre esta temática y a compartir tu
experiencia al respecto.
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